domingo, 12 de junio de 2011

EL PRINCIPIO DEL FIN


Con el informe del PET en la mano y a la vista de su resultado , volvimos a pedir cita con la doctora, y tres días mas tarde estabamos en su consulta.

Tras un vistazo a las imágenes y la lectura del informe del PET, la doctora nos confirmó lo que ya sabíamos: Que el angiosarcoma seguía activo y que había comenzado a "moverse", por lo que nos sugiriò aplicar inmediatamente electrocancerterapia (ECT ) local en aquellos focos, donde se manifestaba de forma visible y cierta; la mayor parte de los cuales se ubicaban en el lecho de la zona operada e injertada.

Le formulamos a la doctora varias preguntas sobre dicha técnica, explicándonos en que consistía, así como su fundamento técnico-científico, y aclarándonos que, así como , si bien en España era poco conocida y descartada por la medicina convencional, estaba bastante desarrollada y experimentada en algunos países, tales como Alemania , China o Cuba, entre otros, y que con ella habia obtenido resultados positivos con otros pacientes ( 1 , 2 ) . Además tenía la ventaja de que no requería hospitalizaciòn ni anestesia general, realizándose, normalmente, con anestesia local y de forma ambulatoria, y tras dos a tres horas de aplicaciòn, el paciente podía irse a su casa por su propio pie; pudiendo incluso, tras una primera revisión y cura, realizar las siguientes curas en el propio domicilio, por un familiar de forma sencilla .

A continuación le preguntamos, asimismo, por el coste y por el número de sesiones que estimaba serían necesarias. A ello nos respondió diciendo que, el coste de la primera sesión sería de 500 Euros y si fuesen necesarias nuevas sesiones, este se reduciría a 300 Euros cada sesión adicional, aclarándonos que, en principio, no creía necesarias mas de dos o tres sesiones; aunque también dejó abierta la posibilidad de tener que realizar alguna más, puesto que nunca había tenido experiencia previa con angiosarcomas .

El "mal" seguía activo y no teníamos muchas opciones a la vista. Además, con la electrocancerterapia ( ECT ), tal como nos había sido presentada, parecía que el riesgo o, mas concretamente, el fiel de la balanza coste/beneficio para el paciente, se inclinaba claramente del lado de optar por aplicar la alternativa que nos ofrecían ; Y ello por cuanto, el coste económico, siempre que el tratamiento resultase efectivo, no resultaba excesivamente elevado, comparado con los tratamientos convencionales ( quimio, radio o cirugìa ) . Además, nos horrorizaba la idea de dejar evolucionar al angiosarcoma a sus anchas, vistos los precedentes anteriores y las informaciones de los oncólogos que habíamos consultado, así como la ingente literatura médica sobre el mismo que habíamos leido previamente y que no resultaba nada esperanzadora, en cuanto a la posibilidad de curación espontánea .

Tampoco hizo falta insistirle mucho al enfermo quien, confuso y desorientado, además de encomendarse a la "Divina Providencia" se había puesto prácticamente en nuestras manos, delegándonos la adopciòn de las decisiones sobre las terapias a aplicar.

No obstante dada la reciente implantaciòn del marcapasos y la necesaria aplicacion de electrodos a las zonas a tratar, le preguntamos a la doctora si ello podría interferir en el correcto funcionamiento de aquel.

La doctora, aunque no había tenido una experiencia previa semejante, nos contestó que creía que no y que, no obstante, además de decirnos que consultaría dicha duda con el fabricante del aparato, durante la intervención monitorizaría, en todo momento, la tension y el ritmo cardiaco, con el fin de suspender inmediatamente el tratamiento en caso de observar cualquier anomalía en el mismo.

Finalmente, tras sopesar pros y contras, llegamos a la conclusiòn de que debíamos confiar en la doctora y probar suerte. A sí que, tras firmar el paciente la hoja del consentimiento informado, fuimos citados para dentro de dos días a fin de aplicar el tratamiento de forma mas inmediata posible.

Como estaba previsto, dos días después, el paciente se encontraba tumbado, mirando al techo, en la camilla de la habitaciòn de la clínica, destinada a las sesiones de electrocancerterapia (ECT) .

La sala consistía en una sencilla habitaciòn de unos 14 metros cuadrados, con un amplio ventanal de corredera, que daba a una gran terraza . Junto a la pared del fondo se encontraba adosada una camilla que, situada aproximadamente en el centro de la estancia, dividía esta en dos partes. En su parte izquierda, y junto a la cabecera había una mesa portatil con el ordenador, al se conectaban los electrodos cuyos parámetros serían posteriormente programados. A la derecha una pequeña mesa auxiliar y en la pared situada junto a los pies de la camilla, un mueble conteniendo instrumental y productos de uso sanitario.

Tras, una breve conversación informal destinada a distender el ambiente la doctora comenzó a aplicar al paciente, en las proximidades de los focos tumorales a tratar, pequeñas inyecciones del anestésico procaina, proporcionandole a continuación un sedante oral; procediendo, una vez comprobado que el anestésico había surtido efecto a aplicar los electrodos, introduciéndo las agujas de platino de los mismos en los distintos focos tumorales visibles; lo cual no resultaba fácil al carecer el paciente prácticamente de tejido, aparte del óseo, en esa zona operada.

Realizada dicha actuación procediò a programar los parámetros del BET 7 , permitiendo nuestra presencia en todo momento junto al paciente. Tras comprobar que no se producían arritmias y que las molestias producidas por la corriente de baja intensidad que circulaba a través de los electrodos resultaban soportables para el paciente, se fué a una sala próxima a atender a otras consultas, permaneciendo siempre disponible, en cualquier momento, para solucionar cualquier anomalía que observasemos en el paciente; particularmente molestias o dolores cuando disminuyesen los efectos anestésicos de la procaina, avisándola a través de la enfermera.



Antes de ausentarse le consultó al paciente si prefería música relajante o ver la televisión situada, enfrente del mismo a una altura de dos metros. El paciente, eligiò la caja tonta, aunque sintonizamos un bonito documental sobre el mundo natural que en ese momento pasaban por la 2 de TVE, que hizo bastante amena la primera hora de sesión, que transucurrió sin incidencias, aunque con ligeras molestias por parte del paciente, provocadas por la contínua descarga electrica, a pesar de su baja intensidad y voltaje . Sin embargo, a partir de ese momento las molestias fueron en aumento; por lo que avisamos a la doctora, para ver la forma de reducirlas. Esta, volvió a suministrar nuevas dosis de anestésico local y poco a poco las molestias disminuyeron, aunque no cesaron totalmente.

Quince minutos mas tarde aproximadamente, comenzaban a viisualizarse los primeros efectos de la electroterapia, apreciàndose como, paulatinamente se iba produciendo la quemadura por electrolisis del tejido de los pequeños focos tumorales y del tejido circundante de aspecto aparentemente normal ; indicando con ello, que se trataba de tejido precanceroso .

Como las molestias por la corriente eléctrica iban en aumento y empezaban a ser insoportables para el paciente, la doctora, en vista la evoluciòn de los efectos del tratamiento y de las quejas del paciente, optó por suspenderlo, a pesar de que no habían transcurrido aún las dos horas y media de tiempo programado.

Tras limpiar y curar con Betadine las heridas producidas por las quemaduras de los electrodos en los cinco focos tratados, el paciente, ya mas relajado, se levantó por su propio pié.

La doctora nos dió las instrucciones post-operatorias, consistentes, en aplicar sobre las heridas , una simple limpieza con agua oxigenada o betadine jabonoso y posterior tratamiento con "Betadine" dos veces al día en cada uno de los focos. Asimismo nos cito para revisión en siete días o, en cualquier caso, antes, si se observase cualquier complicaciòn o anomalía.

Tras pagar y despedirnos, regresamos a casa con el paciente, como si nada hubiera sucedido. Pero, en realidad algo había sucedido. Habíamos dado, sin saberlo aún, uno de los pasos fundamentales que constituiría el principio del fin de la pesadilla, como mas tarde podríamos comprobar.

No obstante el camino no sería un camino de rosas sino tortuoso y lleno de espinas e incertidumbres; como iremos viendo en sucesivas entradas.

Una vez en casa y con el fin de ir comprobando la evoluciòn del tratamiento, decidí tomar fotos de los focos tratados y su evoluciòn, para poder compararlas con las de etapas posteriores.

Las que pueden verse a continuación al resultado de la primera sesiòn de electrocancerterapia (ECT).





Imagenes del paciente correspondientes a los focos
tumorales tratados,obtenidas al día siguiente de la
primera sesiòn de electroterapia.

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