sábado, 23 de julio de 2011

EL PASO DEL ECUADOR

                                      Aspecto del paciente antes de la 3ª sesión de electroterapia

El día 10 de noviembre de 2009 iniciabamos la tercera sesión de electroterapia.

Una vez mas nos encontramos como el mismo problema que en ocasiones anteriores : las dificultades para que el paciente soportase bajo los efectos de la anestesia local, las molestias y dolor de los momentos finales del tratamiento,teniendo que interrumpir el mismo antes de que finalizase el tiempo programado . Con lo cual, el efecto terapeútico, aún resultando positivo no era el esperado; lo que nos obligó a ampliar el número de sesiones que hubiera sido necesario en otro caso.

Con las experiencias anteriores, nos dimos cuenta de que, aún cuando alguno de los focos ya tratados parecían a punto de extinguirse definitivamente , al no dar muestras de actividad y aparecer menos enrojecidos e inflamados, en otros, de mas reciente apariciòn, pensábamos que, dado sus aspecto, y a pesar de haberse reducido su fuerza tras la última sesiòn, al menos temporalmente, serían necesarias nuevas sesiones de electroterapia, puesto que seguían mostrando signos de actividad, que se manifestaban a traves de la inflamaciòn y el enrojecimiento de las zonas adyacentes, con el consiguiente dolor para el paciente; dolor que solo conseguía mitigar, parcial y temporalmente, mediante la ingestión de ibuprofeno, combinado, entre horas, con Traumeel, para reducir la dosis de aquel al màximo.

                                             Aspecto del paciente después de la 3ª sesion de electroterapia

   
Seguíamos con el tratamiento de ozono por el método de autohemoterapia, tras el cual el paciente experimentaba cierta mejoría, que dejaba de percibirse a los pocos días.

A pesar de todo las adenopatías que habían aparecido en la zona submandibular, justo bajo el margen de la cicatriz de la última intervención quirúrgica, y la dureza y enrojecimiento que comenzaba a apreciarse también junto al margen superior de dicha cicatriz y en la zona mas próxima al mentón, comenzaba a preocuparnos, teniendo la sensación de que aunque estabamos actuando en la direcciòn correcta - reduciendo el tumor y restándole fuerza mediante la electroterapia, mientras dábamos tiempo a actuar los restantes componentes del tratamiento ( dieta, microinmunología, omegas 3, ozono etc. ) -, aún no controlábamos su evlución e íbamos por detras del mismo; debido, principalmente a las limitaciones del tratamiento con electroterapia, como consecuencia de la insuficiencia del anestésico empleado que impedía finalizar el tratamiento programado a causa del dolor.

Al mismo tiempo echábamos de menos un tratamiento tópico o local, que actuase día a día, y desde el exterior, en los focos del tumor y sus zonas adyacentes. Veníamos haciéndolo, por nuestra cuenta, aplicando aceite de ozono; lo cual aunque producía un cierto alivio, resultaba insuficiente para contener la progresión de los focos de mayor tamaño, si bien parecía funcionar en los de menor tamaño y fuerza, en cuanto lograba contener su expansión.
Consultamos con la doctora, quien nos sugirió, como complemento terapeútico, visitar a un colega licenciado en medicina china, quien había recibido formación durante cuatro años en dicho país, y en quien ella tenía mucha confianza, por haber colaborado positivamente con el mismo en otros casos de cánceres con buenos resultados. El principal inconveniente era que se encontraba en una ciudad que, aunque bien comunicada por autovía, distaba algo mas de 300 kilometros de nuestro domicilio. La doctora habló con él telefónicamente sobre tal posibilidad, aceptando aquel recibirnos y tratar al paciente si así lo deseábamos.
Antes de salir de su consulta, nos facilitó su teléfono y direcciòn y tras debatirlo durante unos días decidimos contactar con el doctor y probar suerte, una ez más; sin abandonar, por supuesto, el resto del tratamiento, que creíamos adecuado, pero, de momento, insuficiente .

Tras acordar la frecuencia de las sesiones del tratamiento y el precio de cada sesión que sería de 150 euros la primera y de 100 cada una de las siguientes, acordamos acudir cada viernes, y aprovechar de esta forma el fin de semana para hacer algo de turismo por la zona. En cuanto al número de sesiones para determinar si el tratamiento podría resultar efectivo en nuestro caso, fué fijado en 8 o diez.
Tras una ardua búsqueda conseguimos encontrar un aparthotel a buen precio y cercano a la consulta del doctor. Elegir un aparthotel nos permitía, poder cocinar para poder mantener la dieta del paciente; dificil de seguir, comiendo en restaurantes. Aunque ello implicaba molestias para mi mujer que ejercía de cocinera y para mi que lo hacía de ayudante, permitía también abaratar costes, que entre una cosa y otra se iban disparando "in crescendo".

Llegado el viernes, salimos a las dos y media de la tarde, y a las seis estábamos en nuestro destino . El "Tom Tom" nos había guiado perfectamente hasta el aparthotel a la primera. Dejamos las maletas y volviò a guiarnos para llegar a tiempo hasta la consulta sin grandes dificultades.


Nos llamó la atenciòn que la consulta se encontraba en una barriada de edificios de protección oficial de los realizados durante el mandato de Franco que, aunque modesta, se hallaba bien conservada y con amplios espacios libres y zonas ajardinadas.



La consulta estaba situada en los bajos de uno de los edificios y a pocos metros existía un gimnasio de kung fu y otras artes marciales, tambien regentado, por el que todos, respetuosamente, llamaban "Maestro", que no era otro que el doctor con quien nos habíamos citado; el cual había sido, en sus buenos tiempos, campeón del mundo de kung fu y contaba entre sus alumnos, tambien, con varios campeones mundiales de esa especialidad. Tanto en el interior del gimnasio, como en un gran patio ajardinado, próximo al mismo, había sendos grupos de jóvenes practicando artes marciales. De hecho cuando llegados a la consulta preguntamos por el doctor, el recepcionista nos dijo que en ese momento se encontraba en el gimnasio y que vendría en unos instantes. Mas tarde comprobamos, que iba y venía regularmente de la consulta al gimnasio y de este a la consulta controlando y supervisando, de forma onmipresente, ambas actividades, delegadas parcialmente en sus discípulos mas aventajados.



La consulta, constaba de una sala cuadrada con un pequeño mostrador, que hacía las veces de recepciòn, a la que se accedía directamente al abrir la puerta de entrada. En dicha sala, existían siete puertas, cinco de las cuales corespondían a otras tantas pequeñas salas de tratamiento, otra al despacho del doctor y otra a una pequeña sala de espera, completamente abarrotada de gente de toda clase y condiciòn, esperando su turno para ser curados o aliviados de toda clase de dolencias.



Tras presentarnos al recepcionista y esperar unos minutos a que llegase el doctor, este nos saludó e iniciamos una breve conversación introductoria. A sus sesenta años, según nos confesó, a preguntas de mi curiosa esposa, mostraba un aspecto físico envidiable para su edad; afable y serio a la vez, tenía algo que inspiraba confianza. Sus jóvenes, simpáticos y eficientes ayudantes le llamaban "Maestro" con una mezcla de respeto y admiraciòn referancial; incluida una joven doctora, a la que nos presentó, y que trabajaba en un centro de salud a la vez que, invitada por el mismo, se encontraba, en horas libres, ampliando sus conocimientos, y asístiendo a las sesiones de sus tratamientos.




Tras esa conversaciòn introductoria, nos invitó a pasar a una de las diminutas salitas de tratamiento. Esta, al igual que las restantes, consistía en una reducida estancia de no mas de dos metros de ancho por unos tres de fondo en la cual había una camilla y una máquina de acupuntura laser. Invitó al paciente a descalzarse y quitarse la ropa de la parte superior del cuerpo y a tumbarse en la camilla. Acto seguido, echó un vistazo al informe del PET que habíamos realizado antes de iniciar el tratamientos con electroterapia, y a continuación observó, en silencio y con cara de circunstancias, los distintos focos del angiosarcoma; realizó varias preguntas al paciente, tratando de averiguar su historial clínico y de enfermedades padecidas e indagar sobre las molestias que sufría; pasando acto seguido a observar detenidamente sus iris y lengua y palpando, a continuación, alrededor del cuello así como las adenopatías supra y submandibulares, para calibrar su dureza y extensión.



Realizadas todas esas operaciones exploratorias, nos informó acerca del tratamiento que iba a seguir, que consistiría en aplicar localmente acupuntura laser ( 1 ) en la zona afectada; acupuntura con agujas o moxibustión, y "Tuina" o masaje terapeutico chino; así como extractos de hongos Maitake, Shiitake, y Reishi, como suplementos alimenticios para mejorar el sistema inmunitario. A nuestras preguntas nos dijo que nunca había tratado un angiosarcoma, aunque si otros cánceres y que vista la extensión y características del mismo, creía que el tratamiento, podría ser efectivo y, en cualquier caso, contribuiría a mejorar el estado general del paciente y fortalecer su sistema inmune.

Llegado el viernes, salimos a las dos y media de la tarde, y a las seis, estábamos en nuestro destino . El "Tom Tom" nos había ayudado a encontrar el aparthotel a la primera, donde dejamos las maletas, y a llegar a tiempo a la consulta, donde habíamos quedado a las siete de la tarde.

Nos llamó la atenciòn que la consulta se encontraba en una barriada de edificios de protección oficial de los realizados durante el mandato de Franco que, aunque modesta, se encontraba bien conservada y con amplios espacios libres y zonas ajardinadas.

La consulta estaba situada en los bajos de uno de los edificios y a pocos metros existía un gimnasio de kung fu y otras artes marciales, tambien regentado, por el que todos, respetuosamente, llamaban "Maestro", que no era otro que el doctor con quien nos habíamos citado; el cual había sido, en sus buenos tiempos, campeón del mundo de kung fu y contaba entre sus alumnos, tambien, con varios campeones mundiales de esa especialidad. Tanto en el interior del gimnasio, como en un gran patio ajardinado, próximo al mismo, había sendos grupos de jóvenes practicando artes marciales. De hecho cuando llegados a la consulta preguntamos por el doctor, el recepcionista nos dijo que en ese momento se encontraba en el gimnasio y que vendría en unos instantes. Mas tarde comprobamos, que iba y venía regularmente de la consulta al gimnasio y de este a la consulta controlando y supervisando, de forma onmipresente, ambas actividades, delegadas en sus discípulos mas aventajados.

La consulta, constaba de una sala cuadrada con un pequeño mostrador, que hacía las veces de recepciòn, a la que se accedía directamente al abrir la puerta de entrada. En dicha sala, existían siete puertas, cinco de las cuales corespondían a otras tantas pequeñas salas de tratamiento, otra al despacho del doctor y otra a una pequeña sala de espera.

Tras presentarnos al recepcionista y esperar unos minutos a que llegase el doctor, este nos saludó e iniciamos una breve conversación introductoria. Este, a sus sesenta años mostraba un aspecto físico envidiable para su edad, afable y serio a la vez, tenía algo que inspiraba confianza. Sus ayudantes le llamaban "Maestro", con respeto casi reverencial, incluida una joven doctora, a la que nos presentó, y que trabajaba en un centro de salud, a la vez que invitada por el mismo, se encontraba ampliando sus conocimientos, asístiendo a las sesiones de sus tratamientos. Tras esa conversaciòn introductoria, nos invitó a pasar a una de las salitas de tratamiento. Esta, al igual que las restantes, consistía en una reducida estancia de no mas de dos metros de ancho por unos tres de fondo en la cual había una camilla y una máquina de acupuntura laser. Invitó al paciente a descalzarse y quitarse la ropa de la parte superior del cuerpo y a tumbarse en la camilla. Acto seguido, echó un vistazo al informe del PET que habíamos realizado antes de iniciar el tratamientos con electroterapia, y a continuación observó, en silencio y con cara de circunstancias, los distintos focos del angiosarcoma; realizó varias preguntas al paciente, tratando de averiguar su historial clínico y de enfermedades padecidas e indagar sobre las molestias que sufría; pasando acto seguido a observar detenidamente sus iris y lengua y palpando, a continuación, alrededor del cuello así como las adenopatías supra y submandibulares, para calibrar su dureza y extensión.

Realizadas todas esas operaciones exploratorias, nos informó acerca del tratamiento que iba a seguir, que consistiría en aplicar acupuntura laser ( 1 )aplicada localmente; acupuntura con agujas o moxibustión, y Tuina o masaje terapeutico chino; así como extractos de hongos Maitake, Shiitake, y Reishi, como suplementos alimenticios para mejorar el sistema inmunitario. A nuestras preguntas nos dijo que nunca había tratado un angiosarcoma, aunque si otros cánceres y que vista la extensión del mismo, creía que el tratamiento, podría ser efectivo y, en cualquier caso, contribuiría a mejorar el estado general del paciente.

Finalmente, tras animar al paciente, asegurándole que terminaría logrando la curación , le colocó unas gafas protectoras para evitar posibles daños a la vista por la luz laser;apagó la luz; colocó los distintos haces de rayos orientados a los puntos a tratar, y programó el aparato para 20 minutos; encendiéndolo acto seguido y advirtiendo al paciente para que no se moviese durante ese tiempo.

Pudimos observar como salía una intensa y vistosa luz rojo-anaranjada de cada uno de los haces enfocados hacia la cabeza del paciente. Tras recomendarnos encarecidamente que no mirásemos directamente a la luz laser, nos permitió permanecer en la sala con el paciente, mientras el salía para otra sala a atender a otros pacientes; consiguiendo con este curioso sistema atender hasta cinco pacientes a la vez, e incluso echar un ojo a los alumnos del gimnasio, aunque apoyado,a veces, en esta frenética actividad, por alguno de sus ayudantes.

Al cabo de algunos minutos volvía a la sala en repetidas ocasiones a controlar que la posiciòn de los haces de luz seguían en el punto indicado y que el paciente no se había movido.
Este se encontraba totalmente tranquilo y relajado escuchando únicamente el sonido de una suave y relajante música china, que sonaba de fondo, sin que tan siquiera se apercibiera de cuando terminaba la sesiòn, y llegando en alguna ocasiòn a emitir hasta algún leve ronquido, indicativo del estado de placidez en que se encontraba.
Concluida la sesiòn laser, el "Maestro", colocaba unas finas agujas de acupuntura, previamente desinfectadas en alcohol, en diversas partes del cuerpo, permanciendo con las mismas durante quince minutos aproximadamente; transcurridos los cuales, un ayudante realizaba una sesiòn de tuina, ( masaje chino ), en todo el cuerpo, con especial dedicaciòn a pies y piernas y con la misma música de fondo; lo cual terminaba de dejar al paciente totalmente relajado y aliviado de los dolores y molestias en la zona afectada .
La primera sesión fué larga e intensa durando casi una hora y media. Las restantes durarían aproximadamente una hora, consistiendo todas ellas en los mismos tipos de terapia.
Al finalizar la primera sesión y antes de pagar el tratamiento, el doctor nos facilitó un bote de un extracto de los hongos anteriormente citados, recomendándo tomar una píldora con cada comida.Nos despedimos, pagamos y nos fuimos al hotel. Se notaba que el enfermo se sentía mejor, en cuanto la inflamaciòn de la zona mandibular se había reducido y con ella los dolores. De modo que decidimos continuar con el tratamiento.
Aprovechamos el sábado para hacer turismo, y recorrier los bonitos pueblos de los alrededores, y el domingo por la mañana regresamos tranquilamente a casa parando por el camino, en algún destino previamente programado.
Cada fin de semana repetíamos la misma rutina hasta completar ocho sesiones . De todas ellas, el paciente salía animado, relajado, reducida la inflamaciòn y con una agradable sensaciòn de mejoría; si bien, a medida que iban transcurriendo los días de la semana iba desapareciendo la sensación de los benéficos efectos del tratamiento, que se reanudaba tras la siguiente sesiòn.
Notábamos además, que el tratamiento producía una mejoría evidente en la cicatrización de las quemaduras producidas por la electroterapia. Sin embargo cuando llevábamos aproximadamente la mitad de las sesiones del tratamiento, comenzamos a darnos cuenta que aunque el tratamiento resultaba beneficioso, iba a ser insuficiente para terminar con el angiosarcoma que, aunque lentamente, no dejaba de crecer e incordiar con la inflamación de la zona afectaba y su secuela de dolor, que obligaba al paciente a continuar tomando ibuprofeno.
Comentamos el problema con nuestra doctora habitual, quien coincidió con nosotros, en que a la vista de los resultados experimentados hasta el momento, tal vez el tratamiento con acupuntura no fuese suficiente, y que sería necesaria una nueva sesión de electroterapia, para intentar reducir, una vez más los tumores principales, que ahora se habían trasladado del lecho del tejido operado a la zona supra y submandibular, e intentar "rematar" definitivamente alguno de los focos ya tratados en anteriores sesiones y que aunque habían perdido fuerza aún parecían resistirse.
Esperamos unos días a que terminasen de cerrarse las cicatrices de la última sesión de electroterapia, y a la semana siguiente programamos una nueva sesión.
Nos encontrábamos en el paso del ecuador, en nuestro camino hacia la erradicación del angiosarcoma. Sin embargo en esa fecha aún no lo sabíamos y seguíamos sumidos en un mar de dudas.