lunes, 2 de mayo de 2011

BUSCANDO A MERLIN

Mientras afinábamos la dieta, tratando de hacerla lo mas variada y sabrosa posible, a pesar de la limitaciòn que imponía la restricción absoluta de carnes, leche, azucares , féculas, alimentos procesados industrialmente y sal, comenzamos a preguntar a amigos y conocidos, así como en herbolarios, al mismo tiempo que buscábamos por internet, doctores fiables que ejercieran la llamada medicina alternativa y en particular que tratasen problemas de cancer. Y todo ello, como siempre, contrareloj, conscientes de la velocidad con que el angiosarcoma avanzaba; pues sabíamos por nuestras experiencias anteriores, que las primeras manifestaciones externas y apreciables de la recidiva, aparecían, aproximadamente, un mes después de cada operaciòn; progresando, a partir de ese momento con una preocupante celeridad, que se incrementaba a medida que el angiosarcoma aumentaba de tamaño.



Tras varios días de gestiones infrucutuosas, una amiga nos sugirió consultar con un curioso personaje que residía en un pueblo distante poco mas de cien kilómetros de nuestro domicilio quien, según ellla, poseía un extraño don natural para sanar enfermedades de dificil curaciòn, al que acudían, personas desahuciadas por los médicos de la Seguridad Social; con enfermedades raras para las que no encontraban tratamiento adecuado, u otras cuyos tratamientos prescritos resultaban altamente agresivos.



A pesar de que nuestra amiga nos encareció la visita, explicándonos algunos casos difíciles, de amigas y conocidas suyas, que había resuelto con sus misteriosas artes, aquella falta de concrección y mi suspicacia hacia todo lo esotérico me hizo rechazar, de plano, aquella opción, en cuanto me parecía una verdadera pérdida de tiempo.



Sin embargo, mi mujer insistió en visitar al "brujo", como yo, escépticamente, lo llamaba por aquel entonces, alegando, que salvo el tiempo empleado en la visita, no teníamos nada que perder, dado que por sus servicios no exigía otro pago que la voluntad del enfermo.





Conociendo la castellana tozudez de mi mujer y teniendo en cuenta que acababa de prejubilarme y que por tanto disponía un tiempo que antes no hubiera podido dedicarle, no me opuse; especialmente teniendo en cuenta que, de hacerlo, tendría que bregar para convencer a mi mujer y que, al fin y al cabo era la vida de su padre estaba en juego, el cual no se oponía a semejante decisiòn. Así que, mirándolo por el lado positivo, pensé que, aunque no obtuviesemos ningùn resultado, siempre podríamos aprovechar el día para comer fuera y dar un paseo por el campo. Al fin y al cabo siempre sería una experiencia interesante, o al menos curiosa y, por otra parte, nada nos obligaba a seguir sus consejos o los "tratamientos" que nos prescribiese o sugiriese, si no nos convencía.



En cuanto al enfermo, aunque tampoco estaba muy convencido, tampoco opuso resistencia alguna, dado que, después de haber pasado por cinco intervenciones quirúrgicas y mas de 30 sesiones de radioterapia, estaba dispuesto a probar lo que fuese con tal de acabar con su padecimiento, y alejar de si la espada de Damocles que pesaba sobre su cabeza.


Tras concertar la cita, a las 11 de la mañana, salimos en coche y poco después de una hora llegabamos al pueblo del "brujo", situado a unos diez kilómetros de una importante y afamada ciudad . Necesitamos cierto tiempo para dar con la casa, que se encontraba en una calle de una nueva urbanización , medio vacía, del extraradio, cuyo nombre era desconocido para la mayoría de la gente del pueblo y que mi GPS, que llevaba tres años sin actualizar, aùn no tenía en su base de datos.


La casa, de dos plantas, era grande pero modesta, y se encontraba circundada por una valla perimetral, en una parcela ajardinada de unos 500 m2, en una calle muy tranquila, en cuanto no llevaba a ninguna parte.


Llamamos al timbre, e instantes después, una joven de unos 25 años, salió de la casa y nos abrió la puerta del jardín, invitándonos a pasar, cuando le indicamos la cita que previamente habíamos concertado y que ella estaba esperando.


Una vez en la casa, nos dimos cuenta, aquello no estaba lleno de redomas , retortas, matraces o serpentines conteniendo extraños , humeantes y burbujeantes líquidos de colores, sino que se trataba de la vivienda familiar, donde el padre, además, tenía su consultorio en un pequeño despacho de la planta baja, ánexo al salon de la casa, y al fondo del mismo, al que se llegaba después de atravesarlo.


Tras una breve conversacion introductoria con la joven, mi mujer, con hábil interrogatorio circular terminó confirmando lo que sospechaba : Que se trataba de la hija de la persona con la que nos habíamos citado. Avida de curiosidad femenina, continuó el interrogatorio curricular, que fué interrumpido poco después con la llegada del "brujo" al salón, donde en ese momento nos encontrábamos todos, charlando de pié.


La joven que nos había atendido hasta ese momento nos lo presentó, como su padre, y se despidió dejándonos con él, quien nos invitò a pasar a su despacho.



Aunque no esperaba encontrar a un anciano de larga barba blanca vestido de Rappel con sobrero de capirote, tampoco esperaba a un hombre de unos cincuenta años, de aspecto normal y un punto sacerdotal, vestido de calle, con pantalón gris y jersey marrón, quien con ademanes suaves y voz pausada irradiaba por todos sus poros una gran paz de espíritu; todo ello en concordancia con la paz que se respiraba en toda la casa e incluso en la urbanización semifantasma en que aquella se encontraba ubicada.


El despacho, austero, tenía las paredes forradas de madera, barnizada en tono oscuro, y pequeña mesa de escritorio, tras la cual sentó, al tiempo que nos invitaba a hacer lo propio en unas sillas que tenía frente a la misma. En la pared a su espalda, había una estantería con libros, cuyos títulos no alcanzaba a ver, y en un hueco situado en el centro de la misma, un discreto crucifijo . Asimismo, en uno de los huecos de la estanteria pude ver una pequeña imagen de una virgen que no fuí capaz de identificar .


Con voz muy suave se dirigió directamente al enfermo, pidiéndole en un tono cálido y familiar que le relatase la historia de su enfermedad . Cuando hubo escuchado el breve relato, comenzó a hacerle preguntas sobre su profesión, sobre los hijos que tenía y sus relaciones con los mismos; sobre su fallecida esposa y su pasada vida con ella, y sobre otros detalles de su pasado relacionados principalmente con el trabajo, ly a familia, así como tambien relativos a su personalidad.


Terminado ese capítulo de preguntas, continuó preguntando por las enfermedades que había padecido a lo largo de su vida, así como por las intervenciones quirúrgicas de que había sido objeto; pidiendo, por último, que le permitiesemos ver el historial del enfermo que llevábamos con nosotros , sobre el cual tambien hizo algunas preguntas y comentarios, demostrando tener ciertos conocimientos de medicina. Luego nos explicó que aunque no había realizado estudios universitarios de medicina, siempre se había interesado por estos y realizado distintos cursos, y que uno de sus hijos se encontraba actualmente estudiando tercero de medicina. A preguntas de mi curiosa esposa, también nos explicó que había "heredado" de su padre el "don de curar", que a su vez lo había descubierto haciendo con gran éxito de "veterinario" natural de los animales del pueblo, cuando en el pueblo no existía semejante clase de profesionales ;quienes, por otra parte, cobraban unos emolumentos por sus servicios que los campesinos no podían ni querían pagar.


He de reconocer, que había esperado un personaje y una puesta en escena mas efectistas y truculentos y me encontraba ante una persona sencilla , familiar e intuitiva, en el que confluía una extraña mezcla de psicólogo , religioso y médico de cabecera de la antigua escuela, que lejos de inspirar recelo, inspiraba ante todo paz , confianza y esperanza.


Llegados a ese punto, permaneció un momento en silencio y en actitud ausente; dando la apariencia de que se encontraba en trance, meditando y rezando; todo al mismo tiempo.


Pasados unos momentos, abandonó ese estado de ensimismamiento, se dirigió al enfermo y le dijo en un tono, a la vez tan solemne como un doctor de los años 50 y tan dulce como una monja de clausura : " Tiene usted una enfermedad grave, pero acabo de ver que se va a salvar". "Es usted un hombre físicamente fuerte y además veo tambien en usted mucha fuerza interior; y lo más importante : tiene una familia que le quiere mucho; y eso le va a ayudar" . "Solo tiene que tener fé y verá como va a salir bien de esto".


Miré con el rabillo del ojo a mi mujer y a mi suegro y comprobé en sus rostros que aquello les había emocionado. Sincero o no, lo cierto es que aquello, al menos les había levantado el ánimo, aunque no tuviera el más mìnimo fundamento científico.


A continuaciòn el hombre comenzó a exponer sus teorías sobre el cancer sosteniendo , mas o menos, como el cuestionado doctor Hamer que, el sufrimiento era la causa principal, y que también constituía una prueba de la fortaleza interior de las personas. Por tanto tenía que desterrar el miedo, puesto que no solo iba a salir bien del trance, sino que, además, terminaría superando la prueba y la experiencia le fortalecería espiritualmente; por lo que había que contemplar la enfermedad desde este punto de vista positivo, y ello ayudaría a superarla.
Suponiendo, tal vez y con razón, que aquella explicación no nos parecería suficientemente convincente y que esperábamos algo más, el hombre consultó minuciosamente unos libros y folletos que tenía sobre su mesa y en la estantería situada a su espalda y nos sugirió que, para mejorar el sistema inmunológico y el estado general del paciente, con cada comida, "uña de gato" , (Uncaria tormentosa ) "vitamina C"; y "acidos grasos omega 3 nuaDHA" de 1 gramo. No obstante volvió a insistir en su convicción de que todo iba a salir bien y en la importancia de la fortaleza interior del paciente y del apoyo familiar para contribuir a la recuperación.


Personalmente todo aquello me pareciò insuficiente para lidiar con la hidra de Lerna que parecia instalada en la cabeza de mi suegro. Pero no cabe duda de que al menos , lejos de resultar perjudicial, parecía mas bien indicado, en cuanto iba encaminado, principalmente a potenciar el sistema inmune y a mejorar el estado general del paciente, y no parecía incompatible con sus problemas cardiovasculares.


Finalmente y después de una breve charla de despedida mi mujer le preguntó por el importe de sus servicios, a lo que aquel respondió que no cobraba otra cosa que lo que voluntariamente quisiesemos aportar; señalándonos un pequeño cofre con una ranura en su parte superior, donde podríamos introducir , en su caso, anónimamente nuestro donativo; saliendo en ese momento de la habitación y esperando fuera, para que pudieramos discutir, sin su presencia, dicha cuestión . Mi mujer, propuso dejar 50 Euros. Ninguno discutimos la cantidad que introdujo en la ranura del cofre.


Salimos de la habitaciòn . Fuera nos esperaba el hombre, que nos acompañó hasta la puerta donde finalmente nos despedimos .


Aunque todos sabíamos que aquello no era la soluciòn al problema que andábamos buscando, al menos sirvió para inyectar optimismo y esperanza, totalmente irracional, por supuesto; pero, si nos atenemos a los resultados, no menos irracional que los que se habían derivado de las intervenciones quirúrgicas y la radioterapia que, aunque aparentemente mucho mas racionales y científicas, no habían servido hasta ese momento para nada; o para ser exactos, para muy poco. Al tiempo que habían dejado la cabeza del enfermo deformada por las amplias y visibles cicatrices y su piel churruscada y debilitada por los injertos y las radiaciones rebicidas.


Parecía evidente que no habíamos encontrado al mago Merlín. Pero al menos el enfermo había recibido una inyección de optimismo y esperanza que, junto al apoyo de toda la familia, le daban fuerzas para continuar su lucha contra el malvado angiosarcoma.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario