lunes, 20 de septiembre de 2010

UN ENANO QUE CRECE

 
Mi suegro no tenía un circo; pero aquel "enano", que se le había subido a la cabeza, no paraba de crecer; y con ello empezaba también a dejar de parecer simpatico para comenzar a resultar molesto. No obstante, paciente , confiado y sin poder imaginar que aquel "enano" pudiera terminar poniendo en peligro su vida, no acudiò a su médico de familia hasta pasado casi un més desde el primer descubrimiento; Justo cuando comprobó que lejos de desaparecer, y aunque ritmo lento, no dejaba de aumentar su tamaño; el cual se aproximaba ya a un centímetro de diámetro, y comenzaba a resultar un pequeño incordio.

Después de esperar pacientemente su turno, para visitar al doctor y entrar en la consulta, este, tras un breve vistazo, hizo algunas anotaciones y le recetó algo que no recuerdo, pero cuyo efecto terapeútico, para el caso, resultaba tan científico como la oraciòn que cualquier cura decimonónico pudiera recomendar a un feligrés, como medio de sanaciòn. No obstante, le recomendó que si el remedio recetado no surtía efecto al cabo de un tiempo, se pasase nuevamente a la consulta para ver la evolución.

Tras ese primer ensayo y constatado lo erroneo, del tratamiento, para detener el crecimieno del "enano", mi suegro acudió nuevamente a su médico de familia, por otro asunto; pues estaba siendo tratado con antihipertensivos y anticoagulantes, por haber sufrido hacia años un antiguo infarto, y con otra medicación para tratar una pequeña, aunque molesta hernia de hiato; aprovechando la consulta, le comentó, de pasada, al doctor que el enano seguía allí: Pero aquel pareció no oir este último comentario y se centró en el motivo principal de la visita que en esta ocasión no había sido ese.

En la familia, desconocedores de la peligrosidad de aquel pequeño engendro, nadie dió demasiada importancia al "enano"; actitud reforzada por la falta de preocupación que el médico de familia mostraba por el mismo, en aquellos primeros momentos.

Sin embargo fué mi suegro, quien, harto de que aquel incordio no remitiera, sino que poco a poco continuase creciendo e incrementando su tonalidad azulada, días mas tarde, volviendo nuevamente al Médico de familia, le soltó directamente y sin mas preámbulos : " Quiero quitarme esto"; refirièndose al enano.

Algo debió de barruntar el doctor, pues, en esta ocasión, lejos de prescribir mas remedios al tun tun, optó por facilitarle un volante para el Servicio de Cirugía general del Hospital Comarcal de la zona .

Desde ese momento hasta la fecha en que ingresó en el quirófano por primera vez, para acabar con el "enano" peleón, transcurrieron más de ocho meses. Pero eso era algo que, entonces, ninguno podíamos imaginar, sabiendo lo que hoy sabemos . Como tampoco podíamos imaginar, la larga guerra sin cuartel que tendríamos que librar y que aún hoy estamos librando contra aquel "enano" respondón.

El camino recorrido durante ese tiempo, y las distintas vicisitudes del mismo serán el objeto de la próxima entrada.

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