domingo, 18 de septiembre de 2011

DESHOJANDO LA MARGARITA

Como tratamiento local, los emplastos de arcilla verde, mezclados con jugo natural de cebolla recien rallada, resultaron ser de gran utilidad, para reducir la inflamación alrededor de la profunda herida producida por la electroterapia, y para confinar el crecimiento del angiosasrcoma en las proximidades de la misma. Costaba creerlo, pero funcionaba; en cuanto el enrojecimiento y la inflamaciòn de la zona adyacente a la herida, se reducía, aproximando la coloraciòn de la piel a la normalidad. No obstante, aunque tanto la inflamación como el dolor se había reducido, aún persistía y hacía  necesaria la toma de ibuprofeno, junto con Omeprazol como protector gástrico; lo que nos servía de referencia para conocer en cierta medida el grado de funcionamiento del tratamiento.

Eramos conscientes de que aún no podíamos cantar victoria, y en muchas ocasiones seguían asaltándonos las dudas sobre si, finalmente, seríamos capaces de doblegar al angiosarcoma o si sería este el que terminaría venciendo. Sin embargo, cada día que pasaba, mas se acrecentaba nuestra sensaciòn de estar en el buen camino.

En esta ocasión la cicatrización fué mas lenta que en ocasiones anteriores, puesto que la quemadura producida por la electroterapia había sido mas profunda y afectado a una gran cantidad de tejido tumoral.

Resultaba difícil de creer, viendo el aspecto y la evolución de la herida producida por la última sesión de electroterapia, que aquella pudiera cicatrizar como lo estaba haciendo, sin dejar una fea señal cicatricial; y más aún aún, que la aparatosa herida no llegara a infectarse, cuando las curas se limitaban a betadine y aceite ozonizado, que realizábamos, eso si, dos o tres veces al día. Sin embargo, a medida que iba pasando el tiempo, milagrosamente, los bordes de la herida iban reduciéndose poco a poco, al igual que su profundidad, hasta terminar dejando un tejido cicatricial, apenas reconocible por una pequeña señal y un leve enrojeciento de la zona  donde había asentado la herida.  

Cuando llevábamos aproximadamente dos meses desde la última sesión de electroterapia, y mientras  estábamos esperando que la herida terminase de cicatrizar, para poder iniciar una nueva sesiòn, que esperábamos fuese la definitiva, la amiga doctora, que nos había recomendado el empleo de los emplastos de arcilla verde, nos pidiò que la acompañaramos a visitar a un curandero al que su madre se empeñaba en visitar, para intentar curarse de los problemas circulatorios que afectaban a sus extremidades inferiores, sin que resultase aliviada por los tratamientos convencionales. Al parecer, su madre había oido que tenía muy buena fama de curar enfermedades rebeldes, y se le había metido en la cabeza hacerle una visita. Nuestra amiga doctora, tras intentar convencerla de que no perdiese el tiempo ni el dinero en visitar curanderos, había tenido que ceder finalmente a la cabezonería de su madre, con el único fin de contentarla y evitar que acudiese sola por su cuenta .

Intentando complacer a su amiga y, de paso, aprovechando para satisfacer su propia curiosidad, mi mujer sugirió llevar tambien a su padre a la consulta del curandero. Aunque solo fuese por si sonaba la flauta.

Personalmente no me hacía ninguna gracia aquella visita, a 70 kilómetros de nuestra residencia, que implicaba perder toda una tarde en algo en lo que a priori no creía; pero finalmente las cansinas técnicas persuasivas de mi mujer,  me arrancaron un, ¡amén!.

La curiosa historia de lo que pasó ese día con el curandero milagrero no tiene desperdicio. Como, por motivos distintos la he escrito en otro lugar no voy a repetirla ahora. Pero quien se sienta interesado o intrigado por la misma, puede verla aquí. 

Pocos días después de la mentada visita al curandero, de cuyo "chiringuito" salimos de estampida, cuando vimos de que iba la cosa, llegamos a la convicciòn de que sería necesaria una nueva sesiòn de electroterapia, para tratar de reducir nuevamente la adenopatía, que aúnque había disminuido notablemente de tamaño, no había sido completamente erradicada tras la completa cicatrizaciòn de la herida, indicando que el angiosarcoma, aunque cada vez mas reducido y con menos fuerza aún seguía allí agazapado.

Tras concertar una nueva cita para tal fin con la doctora, el 8 de julio de 2010, el paciente se encontraba nuevamente tumbado en la "camilla eléctrica" , como aquel sarcásticamente la llamaba, listo para someterse a una nueva sesiòn de electroterapia.

Una vez más en esta ocasión tampoco pudo culminar el tiempo programado para la sesiòn. Sin embargo, al igual que en la sesión anterior había quemado una amplia extensión tumoral, dándole al angiosarcoma otro importante bocado, en la yugular.  Además seguíamos manteniendo el tratamiento seguido hasta ese momento, incluyendo los emplastos locales de arcilla verde, que cambiábamos tres veces al día, cuyo efecto continuó resultando sorprendente para reducir la inflamación y el rubor producido por aquella, así como la progresión del mismo que, desde hacía tiempo venía apuntando hacia la barbilla.      

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Evolución de la cicatrización. Séptima sesión de electroterapia

A principios de ese año, en un momento de euforia en que pensamos que finalmente el tratamiento podría terminar surtiendo efecto, nos habíamos propuesto cumplir un sueño largo tiempo acariciado y que habíamos tenido que ir aplazando por diversas circunstancias sobrevenidas, entre las cuales se encontraba el angiosarcoma que a todos nos traia "de cabeza", y especialmente al paciente. Llevabamos tiempo intentando realizar un crucero que recorriese la costa sudamericana desde el pacífico al atlantico o viceversa. Así que a principios de 2010, aprovechando una buena oferta, y que hasta un més antes de la salida no era necesario  el abono del importe total, contratamos un crucero de 15 días con salida el 15 de enero de 2011, coincidiendo con el verano austral. Adicionalmente, y previendo que no consiguieramos nuestro objetivo de acabar con el angiosarcoma para esa fecha, contratamos un seguro que cubriese de manera amplia el riesgo de cancelaciòn .

Al principio no le mencionamos al paciente nada sobre nuestra iniciativa, en la que estaba incluido , como "paquete", así como su segunda hija como invitada; a la que tampoco avisamos inicialmente, para no crear falsas expectativas hasta ver como evolucionaban los tratamientos .

  A medida que pasaban los meses veíamos que, con altibajos y contratiempos inesperados, ibamos ganando terreno al angiosarcoma, y aunque aún no teníamos del todo claro si conseguiríamos extingurlo o incluso reducirlo suficientemente, como para permitirle realizar en viaje sin grandes problemas, una vez vista la positiva evolución y el resultado de la última sesiòn de electroterapia, nos decidimos a comunicárselo, pensando que con ello podría animarse y servirle de estímulo para sobrellevar mejor los tratamientos y las engorrosas molestias propias de los mismos y del angiosarcoma. Sin embargo, como nos temíamos, no parecía compartir nuestro optimismo y no nos tomó en serio, refunfuñando y diciéndonos que él no estaba en condiciones de hacer dicho viaje.

Aquella actitud nos supuso a mi mujer y a mi un jarro e agua fría; pero aún así, decidmos seguir adelante y continuar con nuestros planes. Sin embargo, a medida que pasaban los meses y se acercaba el momento del pago del importe total del viaje, una vez más empezaban a asaltarnos las dudas de si el paciente estaría en condiciones de realizarlo, y si no tendríamos que suspenderlo y aplazarlo para mejor ocasión.
 Y así seguimos deshojando la margarita hasta el último minuto.

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