Tras la primera sesión de electroterapia, la curaciòn de las heridas producidas, a consecuencia del tratamiento, aunque lenta, no resultó complicada. Las curas con Betadine de los focos tratados, la hacíamos diariamente en casa acudíendo únicamente al centro de salud, o concertando una cita con nuestra doctora, cuando alguna de las heridas parecía complicarse. El problema era que al estar casi todos los focos tratados con electroterapia, en el area que había sido previamente intervenida quirúrgicamente, injertada y posteriormente sometida a radioterapia, el proceso de cicatrizacion resultaba lento y dificil . De hecho, en alguna zona, al de carecer, sobre los huesos craneales, prácticamente de ningún otro tejido, distinto al de la piel injertada, dificultaba, aún mas, la cicatrización de los bordes de la herida, por falta de irrigaciòn y hacía prácticamente imposible la del centro de la misma, donde el hueso había quedado prácticamente al descubierto.
Al cabo de unos quince días notamos que algunas heridas empezaban a cicatrizar bien, pero otras, en cambio, comenzaban a tomar un aspecto ligera y sospechosamente distinto; diferencia, que con el paso de los días iría haciéndose mas evidente . Así se lo hicimos saber telefónicamente a la doctora, a la que enviamos, por correo electrónico, fotos de la evolución de las heridas. Esta nos confirmó nuestros peores temores : que, si bien algunos de los pequeños focos del angiosarcoma estaban siendo eliminados, otros parecían aún seguir afectados.
Al preguntarle si era posible aplicar a los mismos una nueva sesiòn de electroterapia, contestó afirmativamente; no obstante, consideró necesario esperar a que las heridas hubiesen completado el proceso de cicatrización para volver a actuar sobre las mismas, a fin de evitar complicaciones posteriores.
Para complicar las cosas, días mas tarde el paciente comenzó a quejarse de ligeras molestias en la zona infra y supra mandibular izquierda, justo en las proximidades de los bordes de la cicatriz de la última intervenciòn quirúrgica, donde poco a poco comenzaba a percibirse el enrojecimiento típico de una puequeña inflamación , que parecía afectar a gánglios linfáticos de las proximidades y que día a día iría en aumento; por lo que suponiendo que en dichas zonas estaban comenzando a desarrollarse nuevos focos que no se habían manifestado visualmente hasta el momento, decidimos sugerir a la doctora intervenir en los mismos, así como tambien en otros mas diminutos y nuevos en la zona operada y sus proximidades; Y ello, con independencia de volver a actuar sobre los focos resistentes al anterior tratamiento electroterápico , cuando se encontrasen mejor cicatrizados.
A la vista de la evolución, la doctora, consciente de la rapidez del avance del angiosarcoma, aceptó la sugerencia y programó urgentemente para esa misma semana la segunda sesion de electroterapia, que tendría lugar el día 12 de octubre de 2009; casi un més después de la primera .
Una vez más, y como en la ocasión anterior, tras inyectar un suave anestésico local colocó los electrodos en los focos tumorales a tratar y programó el BET 7, monitorizando la presión arterial y el ritmo cardiaco y permitiendo, como en la vez anterior que mi esposa y yo, permanecieramos en todo momento junto al enfermo, para acompañarle y avisar a la enfermera en caso de observar cualquier incidencia.
Al cabo de una hora aproximadamente, los efectos de la anestesia, comenzaron a disminuir, y el paciente a quejarse, de las molestias primero y del dolor después; producidos, ambos, por la corriente que pasaba a través de los electrodos, que aunque de baja intesidad, le resultaba dificil de soportar, prácticamente "a pelo". Avisamos a la enfermera, quien a su vez avisó a la doctora, quien acudiò rápidamente y volvió a inyectar procaina en las proximidades de las zonas tratadas. Poco a poco el dolor pareciò disminuir, pero las molestias ya no cesaron totalmente, por lo que a partir de ese momento estas sin llegar a ser insoportables hacían muy molesto el tratamiento. Intentamos hacer que el enfermo se relajase, pero le resultaba dificil, por lo que cuando llevávamos poco mas de dos horas de tratamiento, nos pidió suspenderlo.
Para entonces ya empezaban a verse los efectos del mismo en forma de quemadura prácticamente completa en los focos mas pequeños, y parcial en los mas grandes; en los cuales debido a su tamaño, el proceso de electrolisis había comenzado, pero aún no había concluido.
Por ello intentamos que el paciente aguantase un poco más hasta completar el proceso, pero en vista de su sufrimiento y de las dificultades para que la anestesia local le permitiera continuar el tratamiento, la doctora decidió suspenderlo.
Detuvo la programaciòn del ordenador que controlaba los parámetros eléctricos suministrados a los electrodos colocados en los focos tumorales tratados; retiró dichos electrodos de los mismos y procedió inmediatamente a curarle las quemaduras producidas por la electroterapia con agua oxigenada primero y Betadine después, cubriéndolas con una gasa. Una vez más nos recomendó hacer la misma cura con agua oxigenada o Betadine jabonoso y posterior aplicación de Betadine dos veces al día y pasar nuevamente por la consulta para revisión una semana después; no sin antes insistirnos en que le comunicásemos cualquier anomalía que observáramos o cualquier duda que nos surgiera durante ese tiempo.
Antes de irnos, pagamos la factura. Si bien en ésta ocasiòn, y dado que el paciente no había podido cumplir totalmente el tratamiento programado y que se preveía que serían necesarias nuevas sesiones, la doctora nos hizo una importante rebaja, con respecto al importe de la primera sesión; rebaja que mantendría durante el resto de las siguientes sesiones de electroterapia, y que nosotros agradecimos.
Tras una breve conversación nos despedirnos y salimos de la consulta con el enfermo ya totalmente aliviado del sufrimiento pasado.
Imágenes obtenidas al dia siguiente de la 2ª sesión
de electroterapia .
A partir de ese día empezamos a darnos cuenta, de que la electroterapia, siendo un tratamiento adecuado, y no excesivamente caro teniendo en cuenta su efectividad, tenía algunos puntos débiles.
El primero era el de encontrar una anestesia local que permitiera soportar sin interrupciones el tiempo total del tratamiento programado ( entre 2 y 3 horas ).
El segundo, que solo resultaba aplicable de forma controlada en aquellos focos que se manifestaban exteriormente haciéndose visibles o localizables al tacto .
Y el tercero que, dada la destrucción del tejido tumoral que provocaba, y la delicada zona donde asentaban los focos del angiosarcoma, existía el riesgo de daño colateral de alguna de las ramas del importante nervio facial, por lo que había que ser extremadamente cauto y prudente en su aplicación.
A todo ello, había que añadir la velocidad con que el angiosarcoma evolucionaba, y el tiempo de curación necesario hasta que pudieran tratarse de nuevo los focos insuficientemente tratados por no haberse podido completar el tiempo pogramado.
Po todo ello, empezábamos a ser conscientes de que necesitábamos encontrar algo que, además de reducir el número de focos tumorales o la fuerza de los mismos, ralentizase o inhibiese el crecimiento tumoral; si queríamos erradicarlo antes de que se extendiese de forma irreversible.
Si queríamos detener la progresiòn, estaba claro que necesitábamos, correr y ponernos por delante y no solo, como hasta ahora, seguirle los pasos de cerca e intentar ponerle zancadilas para evitar su rápido crecimiento y avance; puesto que estaba claro que, por ahora, corría mas que nosotros.
Igualmente nos dimos cuenta que los efectos, tanto de la dieta como de los suplementos incorporados a la misma y del tratamiento de microinmunoterapia no resultaban fácilmente evidenciables ni fácilmente evaluables en el corto plazo, y que por tanto debíamos de incorporar al arsenal terapeútico algun otro medio que acelerase el proceso de inhibición de la proliferación celular cancerosa y con ello evitase o redujese al máximo las posibilidades de metástasis, que hasta ahora parecía no haberse producido.
El primero era el de encontrar una anestesia local que permitiera soportar sin interrupciones el tiempo total del tratamiento programado ( entre 2 y 3 horas ).
El segundo, que solo resultaba aplicable de forma controlada en aquellos focos que se manifestaban exteriormente haciéndose visibles o localizables al tacto .
Y el tercero que, dada la destrucción del tejido tumoral que provocaba, y la delicada zona donde asentaban los focos del angiosarcoma, existía el riesgo de daño colateral de alguna de las ramas del importante nervio facial, por lo que había que ser extremadamente cauto y prudente en su aplicación.
A todo ello, había que añadir la velocidad con que el angiosarcoma evolucionaba, y el tiempo de curación necesario hasta que pudieran tratarse de nuevo los focos insuficientemente tratados por no haberse podido completar el tiempo pogramado.
Po todo ello, empezábamos a ser conscientes de que necesitábamos encontrar algo que, además de reducir el número de focos tumorales o la fuerza de los mismos, ralentizase o inhibiese el crecimiento tumoral; si queríamos erradicarlo antes de que se extendiese de forma irreversible.
Si queríamos detener la progresiòn, estaba claro que necesitábamos, correr y ponernos por delante y no solo, como hasta ahora, seguirle los pasos de cerca e intentar ponerle zancadilas para evitar su rápido crecimiento y avance; puesto que estaba claro que, por ahora, corría mas que nosotros.
Igualmente nos dimos cuenta que los efectos, tanto de la dieta como de los suplementos incorporados a la misma y del tratamiento de microinmunoterapia no resultaban fácilmente evidenciables ni fácilmente evaluables en el corto plazo, y que por tanto debíamos de incorporar al arsenal terapeútico algun otro medio que acelerase el proceso de inhibición de la proliferación celular cancerosa y con ello evitase o redujese al máximo las posibilidades de metástasis, que hasta ahora parecía no haberse producido.
Por ello, sin abandonar ninguna de las líneas de tratamiento que habíamos iniciado, comenzamos a estudiar la posibilidad de introducir otros nuevos elementos en el mismo que reforzasen los anteriores, para después comentarlo con la doctora.
Entre las numerosas informaciones que habíamos leido sobre posibles terapias aplicables conocimos la utilización del bicarbonato de sodio, para modificar el Ph del medio celular.
Parecía existir un cierto consenso en que las células cancerígenas se reproducen con mayor facilidad en un medio ácido que en uno alcalino; y el bicarbonato de sodio contribuía a la alcalinizaciòn de los tejidos, y con ello a evitar la proliferaciòn celular cancerígena. Sobre esta cuestión se ha hecho incluso algún estudio científico relacionado con el dolor y la acidez tumoral. Sin embargo, el tratamiento, defendido y practicado por Tullio Simoncini, no nos pareció adecuado como priemera opción, por varias razones :
En primer lugar por haber sufrido el paciente previamente, un infarto , tener instalado un marcapasos y estar siendo tratado con antihipertensivos y anticoagulantes. Pues entendíamos que en tales condiciones la ingesta de un compuesto sódico, podría traer, cuando menos, tantos riesgos ciertos para el corazón como dudosos beneficios para el angiosarcoma. Además, no nos convencía la teoría, por excesivamente simplista, de que todo cancer estuviese producido por la "Cándida", como sostenía Simoncini, y nos preocupaba el hecho de no encontrar ningún mèdico en España que aplicase la terapia, ni referencias concretas de pacientes a quien se hubiese aplicado con éxito.
Todo ello, así como algunas críticas (1 , 2 ) unido al hecho de que Tullio Simoncini hubiese sido condenado en primera instancia por homicidio imprudente, al haberse muerto uno de sus pacientes mientras le aplicaba la terapia, nos hizo colocar dicha opción en uno de los últimos lugares de la lista de terapias candidatas.
Otra opción que habíamos barajado, era la de la hipertermia local ( 1 , 2 , 3 , 4 , 5 , 6 ) . Sin embargo esta técnica tambien tuvo que ser desechada, ante el riesgo de que las ondas generadoras de hipertermia pudieran interferir con el marcapasos recientemente instalado al paciente. No obstante habíamos leido al respecto la posibilidad de inducir el estado de hipertermia local mediante hipnosis pero, además de no existir terapeutas que la aplicasen, cercanos a nuestra residencia habitual, no terminaba de convencernos la idea de que tal mecanismo pudiera funcionar. Así que esta opciòn también fué arrinconada a un puesto secundario.
Otro tratamiento que nos planteamos introducir fué la ozonoterapia, ( 1 , 2 , )en cuanto habíamos leido que no solo potenciaba el sistema inmune, sino que también tenía efectos anti-inflamatorios, antioxidantes y que contribuía a la oxigenación celular. Además no resultaba contraindicado para sus problemas cardíacos, sino que incluso podría resultar incluso beneficioso para estos.
Comentamos todas estas cuestiones con la doctora, mostrándose ésta mas partidaria de utilizar la ozonoterapia que del resto de tratamientos, teniendo en cuenta la relaciòn riesgo-beneficio para el paciente.
Había,no obstante, un problema, puesto que ella, en ese momento, aún no se había especializado en el uso de dicha técnica, y debíamos buscarnos otro especialista, a poder ser en nuestra misma provincia, donde el desplazamiento no resultase complicado y costoso.
Preguntamos a la doctora, pero nos dijo que no conocía alguien a quien pudiera recomendarnos que aplicase dicha técnica en nuestra provincia . Así que decidimos intentar averiguarlo por nuestra cuenta.
Tras una árdua búsqueda en Internet, conseguimos localizar en la misma capital de la provincia una clínica, donde utilizaban dicha técnica;i bien la utilizaban para tratar problemas traumatológicos, y no como terapia anticancerígena. No obstante, como no teníamos, por el momento otra opciòn, concertamos una cita con uno de los doctores que en dicha clínica llevaba a cabo dicha técnica, para valorar su opinión. respecto al tratamiento del angiosasarcoma.
Lo primero que nos advirtió el doctor, fué que su única experiencia con el ozono se refrería al tratamiento de problemas traumatológicos y que, carecía de experiencia en tratamiento de tumores, aunque conocía el hecho de que se utilizaba para tal fin como terapia complementaria y que intentaría informarse con otros colegas que utilizaban la ozonoterapia como complementaria en tratamientos tumorales. Asimismo, constatamos, que había oido hablar del angiosarcoma, pero que, debido que la oncología no era su especialidad, sus conocimientos sobre el mismo, e incluso sobre el cancer, eran inferiores a los que nosotros habíamos ido adquiriendo por experiencia y por las numerosas informaciones médicas que habíamos leido y oido.
A pesar de todo nos dijo que podíamos intentarlo; proponiéndonos la compra de un aparato generador de ozono terapeútico que él mismo comercializaba y que valía 500 Euros, con el fin de beber agua ozonizada tres veces al día, y proponiéndo que, además, acudieramos dos veces por semana a la clínica para aplicar directamente ozono por vía rectal, cobrando 100 euros por cada sesión.
Quedamos en que lo pensaríamos, pero en realidad no nos convencieron demasiado sus explicacioenes y el tratamiento propuesto, en cuanto nos dimos cuenta que no tenía experiencia alguna en la aplicaciòn de la ozonoterapia al tratamiento complementario del cancer. Así que intentamos buscar otro médico que utilizara dicha técnica y que nos ofreciera mayor confianza.
Comentando con la doctora, nuestra anterior experiencia, esta recordó una colega, que residía en su misma ciudad y que realizaba tratamientos de ozonoterapia, facilitándonos su teléfono para que contactásemos con ella. Así lo hicimos, explicándole cual era nuestro problema y nuestra finalidad. Esta nos recomendó de ocho a diez sesiones de autohemoterapia mayor, como tratamiento de choque, una vez por semana, complementadas posteriormente con otras tantas de aplicación rectal como terapia de mantenimiento, dos veces por semana; con la ventaja de que estas últimas podrían llevarse a cabo en otra clínica mas próxima a nuestro domicilio. Nos informó asimismo de que el importe de cada sesión de autohemoterapia sería de 90 euros y 40 cada sesión de aplicación rectal.
Tres días mas tarde iniciábamos la primera sesión de autohemoterapia. Sin embargo no todo iba a ser tan fácil, pues nos encontramos con el problema de que el paciente tenía las venas muy poco pronunciadas, aún aplicando la goma sobre el brazo y que la doctora carecía de personal de enfermería y de gran experiencia en tales menesteres; por lo que le resultaron necesarios varios intentos para lograr la extracción de la sangre del paciente para su ozonización y posterior autotransfusión, una vez ozonizada.
El problema se agravó en la segunda sesión, que tuvo lugar a la semana siguiente, teniendo que abandonar tras varios intentos fallidos, y optando por aplicar el ozono rectalmente; sugiriéndonos, ante tales dificultades, que en las siguientes sesiones prescindiéramos de la autohemoterapia y aplicasemos el ozono exclusivamete por vía rectal. Accedimos a hacerlo así en la siguiente sesiòn, pero insistimos en que creíamos que, en nuestro caso, resultaría mas efectiva, como tratamiento de choque la autohemoterapia , instándola a que volviese a intentarlo.
Ante ello la doctora, con gran honestidad, por su parte, nos dijo que, por su condiciòn de doctora, carecía de práctica de enfermería suficiente para garantizar que no dañase al paciente en sus intentos de encontrar la vena, por lo que nos sugirió acudir a otro doctor, con el que previamente había comentado el caso, quien también aplicaba dicha técnica y cuya esposa, que trabajaba con él era enfermera, y poseía amplia experiencia práctica; por lo que creía que podría realizar dicho tratamiento con mayores garantías para el paciente. Asimismo, con gran amabilidad, y dado que ese día eramos su último paciente, se ofreciò a acompañarnos hasta la clínica donde trabajaban, a presentarnos y a que nos respetasen los mismos importes pactados con ella por cada sesiòn, ya que habitualmente cobraban algo mas por sus servicios.
Agradecimos su sinceridad y su amable ofrecimiento, y en nuestro coche nos dirigimos todos hacia la clínica donde aquellos trabajaban, que se encontraba en una localidad que distaba nada menos que 80 kilómetros de la suya.
Llegados a la misma, nos estaban esperando y, tras una breve presentación nos atendieron, consiguiendo la enfermera, en esta ocasión, encontrar por fin la escurridiza vena, rápidamente, debido a su gran práctica y a sus especiales dotes para ello. Realizada la autotransfusión, que además fué acompañada de un tratamiento simultáneo de "mesoterapia" ( 1 ) homotoxicológica (1 , 2 ) con "Ubichinon" (Coenzima Q-10 )y "Hepar" para reforzar los efectos del ozono .
Concertamos una nueva cita con el doctor en una clínica a la que aquel acudía una vez por semana ubicada en la misma ciudad donde se encontraba la de la doctora que acababa de presentarnos.
Invitamos a comer a la doctora en un restaurante próximo, comprobando en la charla, durante la comida, que se trataba, ante todo de una persona sencilla, afable y humana, a quien hemos de agradecer la atenciòn y ayuda que nos ha prestado y con quien, desde entonces, hemos mantenido una buena relaciòn.
Regresamos, dejándola en su clínica y agradeciéndole su atención, no sin antes abusar de su amabilidad pidiéndole un último favor : Que nos hiciese un poco de aceite ozonificado, para tratar tópicamente las heridas producidas por la electroterapia y las zonas adyacentes e inflamadas. Accedió a ello, sin cobrarnos nada, dicièndonos que nos pasásemos a recogerlo al día siguiente, como así hicimos.
A pesar de la electroterapia, de la ozonoterapia y de todos los restantes elementos del tratamiento, el angiosarcoma mostraba nuevos focos y parecía empezar a afectar a ganglios linfáticos situados en la zona submandibular; justo bajo la zona operada en la última ocasión; comenzando a mostrar síntomas de inflamaciòn y dolor en la zona, que comenzamos a tratar, por indicaciòn de la doctora, con un modulador homeopático de la inflamación ( Traumeel ) y compuesto a base de papaina, bromelina y quercetina, que con el tiempo resultarían insuficiente; sugiriéndo, ante ello, la doctora tomar Ibuprofeno, junto con Omeprazol, como protector, cuando se considerase insuficiente la acciòn de los anteriores.
Ante todo ello, y temiendo que la acciòn de las elevadas dosis de Omega 3 , junto con el ozono, la dieta , los antiinflamatorios, y el anticoagulante "adiro", que el paciente tomaba por prescripción del cardiólogo, pudiera derivar en problemas de coagulaciòn de la sangre, consultamos a la doctora la posibilidad de retirar este último medicamento, así como el resto de la medicación antihipertensiva, teniendo en cuenta, a su vez la rigurosa dieta sin sal y sin grasas saturadas que seguía.
Entre las numerosas informaciones que habíamos leido sobre posibles terapias aplicables conocimos la utilización del bicarbonato de sodio, para modificar el Ph del medio celular.
Parecía existir un cierto consenso en que las células cancerígenas se reproducen con mayor facilidad en un medio ácido que en uno alcalino; y el bicarbonato de sodio contribuía a la alcalinizaciòn de los tejidos, y con ello a evitar la proliferaciòn celular cancerígena. Sobre esta cuestión se ha hecho incluso algún estudio científico relacionado con el dolor y la acidez tumoral. Sin embargo, el tratamiento, defendido y practicado por Tullio Simoncini, no nos pareció adecuado como priemera opción, por varias razones :
En primer lugar por haber sufrido el paciente previamente, un infarto , tener instalado un marcapasos y estar siendo tratado con antihipertensivos y anticoagulantes. Pues entendíamos que en tales condiciones la ingesta de un compuesto sódico, podría traer, cuando menos, tantos riesgos ciertos para el corazón como dudosos beneficios para el angiosarcoma. Además, no nos convencía la teoría, por excesivamente simplista, de que todo cancer estuviese producido por la "Cándida", como sostenía Simoncini, y nos preocupaba el hecho de no encontrar ningún mèdico en España que aplicase la terapia, ni referencias concretas de pacientes a quien se hubiese aplicado con éxito.
Todo ello, así como algunas críticas (1 , 2 ) unido al hecho de que Tullio Simoncini hubiese sido condenado en primera instancia por homicidio imprudente, al haberse muerto uno de sus pacientes mientras le aplicaba la terapia, nos hizo colocar dicha opción en uno de los últimos lugares de la lista de terapias candidatas.
Otra opción que habíamos barajado, era la de la hipertermia local ( 1 , 2 , 3 , 4 , 5 , 6 ) . Sin embargo esta técnica tambien tuvo que ser desechada, ante el riesgo de que las ondas generadoras de hipertermia pudieran interferir con el marcapasos recientemente instalado al paciente. No obstante habíamos leido al respecto la posibilidad de inducir el estado de hipertermia local mediante hipnosis pero, además de no existir terapeutas que la aplicasen, cercanos a nuestra residencia habitual, no terminaba de convencernos la idea de que tal mecanismo pudiera funcionar. Así que esta opciòn también fué arrinconada a un puesto secundario.
Otro tratamiento que nos planteamos introducir fué la ozonoterapia, ( 1 , 2 , )en cuanto habíamos leido que no solo potenciaba el sistema inmune, sino que también tenía efectos anti-inflamatorios, antioxidantes y que contribuía a la oxigenación celular. Además no resultaba contraindicado para sus problemas cardíacos, sino que incluso podría resultar incluso beneficioso para estos.
Comentamos todas estas cuestiones con la doctora, mostrándose ésta mas partidaria de utilizar la ozonoterapia que del resto de tratamientos, teniendo en cuenta la relaciòn riesgo-beneficio para el paciente.
Había,no obstante, un problema, puesto que ella, en ese momento, aún no se había especializado en el uso de dicha técnica, y debíamos buscarnos otro especialista, a poder ser en nuestra misma provincia, donde el desplazamiento no resultase complicado y costoso.
Preguntamos a la doctora, pero nos dijo que no conocía alguien a quien pudiera recomendarnos que aplicase dicha técnica en nuestra provincia . Así que decidimos intentar averiguarlo por nuestra cuenta.
Tras una árdua búsqueda en Internet, conseguimos localizar en la misma capital de la provincia una clínica, donde utilizaban dicha técnica;i bien la utilizaban para tratar problemas traumatológicos, y no como terapia anticancerígena. No obstante, como no teníamos, por el momento otra opciòn, concertamos una cita con uno de los doctores que en dicha clínica llevaba a cabo dicha técnica, para valorar su opinión. respecto al tratamiento del angiosasarcoma.
Lo primero que nos advirtió el doctor, fué que su única experiencia con el ozono se refrería al tratamiento de problemas traumatológicos y que, carecía de experiencia en tratamiento de tumores, aunque conocía el hecho de que se utilizaba para tal fin como terapia complementaria y que intentaría informarse con otros colegas que utilizaban la ozonoterapia como complementaria en tratamientos tumorales. Asimismo, constatamos, que había oido hablar del angiosarcoma, pero que, debido que la oncología no era su especialidad, sus conocimientos sobre el mismo, e incluso sobre el cancer, eran inferiores a los que nosotros habíamos ido adquiriendo por experiencia y por las numerosas informaciones médicas que habíamos leido y oido.
A pesar de todo nos dijo que podíamos intentarlo; proponiéndonos la compra de un aparato generador de ozono terapeútico que él mismo comercializaba y que valía 500 Euros, con el fin de beber agua ozonizada tres veces al día, y proponiéndo que, además, acudieramos dos veces por semana a la clínica para aplicar directamente ozono por vía rectal, cobrando 100 euros por cada sesión.
Quedamos en que lo pensaríamos, pero en realidad no nos convencieron demasiado sus explicacioenes y el tratamiento propuesto, en cuanto nos dimos cuenta que no tenía experiencia alguna en la aplicaciòn de la ozonoterapia al tratamiento complementario del cancer. Así que intentamos buscar otro médico que utilizara dicha técnica y que nos ofreciera mayor confianza.
Comentando con la doctora, nuestra anterior experiencia, esta recordó una colega, que residía en su misma ciudad y que realizaba tratamientos de ozonoterapia, facilitándonos su teléfono para que contactásemos con ella. Así lo hicimos, explicándole cual era nuestro problema y nuestra finalidad. Esta nos recomendó de ocho a diez sesiones de autohemoterapia mayor, como tratamiento de choque, una vez por semana, complementadas posteriormente con otras tantas de aplicación rectal como terapia de mantenimiento, dos veces por semana; con la ventaja de que estas últimas podrían llevarse a cabo en otra clínica mas próxima a nuestro domicilio. Nos informó asimismo de que el importe de cada sesión de autohemoterapia sería de 90 euros y 40 cada sesión de aplicación rectal.
Tres días mas tarde iniciábamos la primera sesión de autohemoterapia. Sin embargo no todo iba a ser tan fácil, pues nos encontramos con el problema de que el paciente tenía las venas muy poco pronunciadas, aún aplicando la goma sobre el brazo y que la doctora carecía de personal de enfermería y de gran experiencia en tales menesteres; por lo que le resultaron necesarios varios intentos para lograr la extracción de la sangre del paciente para su ozonización y posterior autotransfusión, una vez ozonizada.
El problema se agravó en la segunda sesión, que tuvo lugar a la semana siguiente, teniendo que abandonar tras varios intentos fallidos, y optando por aplicar el ozono rectalmente; sugiriéndonos, ante tales dificultades, que en las siguientes sesiones prescindiéramos de la autohemoterapia y aplicasemos el ozono exclusivamete por vía rectal. Accedimos a hacerlo así en la siguiente sesiòn, pero insistimos en que creíamos que, en nuestro caso, resultaría mas efectiva, como tratamiento de choque la autohemoterapia , instándola a que volviese a intentarlo.
Ante ello la doctora, con gran honestidad, por su parte, nos dijo que, por su condiciòn de doctora, carecía de práctica de enfermería suficiente para garantizar que no dañase al paciente en sus intentos de encontrar la vena, por lo que nos sugirió acudir a otro doctor, con el que previamente había comentado el caso, quien también aplicaba dicha técnica y cuya esposa, que trabajaba con él era enfermera, y poseía amplia experiencia práctica; por lo que creía que podría realizar dicho tratamiento con mayores garantías para el paciente. Asimismo, con gran amabilidad, y dado que ese día eramos su último paciente, se ofreciò a acompañarnos hasta la clínica donde trabajaban, a presentarnos y a que nos respetasen los mismos importes pactados con ella por cada sesiòn, ya que habitualmente cobraban algo mas por sus servicios.
Agradecimos su sinceridad y su amable ofrecimiento, y en nuestro coche nos dirigimos todos hacia la clínica donde aquellos trabajaban, que se encontraba en una localidad que distaba nada menos que 80 kilómetros de la suya.
Llegados a la misma, nos estaban esperando y, tras una breve presentación nos atendieron, consiguiendo la enfermera, en esta ocasión, encontrar por fin la escurridiza vena, rápidamente, debido a su gran práctica y a sus especiales dotes para ello. Realizada la autotransfusión, que además fué acompañada de un tratamiento simultáneo de "mesoterapia" ( 1 ) homotoxicológica (1 , 2 ) con "Ubichinon" (Coenzima Q-10 )y "Hepar" para reforzar los efectos del ozono .
Concertamos una nueva cita con el doctor en una clínica a la que aquel acudía una vez por semana ubicada en la misma ciudad donde se encontraba la de la doctora que acababa de presentarnos.
Invitamos a comer a la doctora en un restaurante próximo, comprobando en la charla, durante la comida, que se trataba, ante todo de una persona sencilla, afable y humana, a quien hemos de agradecer la atenciòn y ayuda que nos ha prestado y con quien, desde entonces, hemos mantenido una buena relaciòn.
Regresamos, dejándola en su clínica y agradeciéndole su atención, no sin antes abusar de su amabilidad pidiéndole un último favor : Que nos hiciese un poco de aceite ozonificado, para tratar tópicamente las heridas producidas por la electroterapia y las zonas adyacentes e inflamadas. Accedió a ello, sin cobrarnos nada, dicièndonos que nos pasásemos a recogerlo al día siguiente, como así hicimos.
A pesar de la electroterapia, de la ozonoterapia y de todos los restantes elementos del tratamiento, el angiosarcoma mostraba nuevos focos y parecía empezar a afectar a ganglios linfáticos situados en la zona submandibular; justo bajo la zona operada en la última ocasión; comenzando a mostrar síntomas de inflamaciòn y dolor en la zona, que comenzamos a tratar, por indicaciòn de la doctora, con un modulador homeopático de la inflamación ( Traumeel ) y compuesto a base de papaina, bromelina y quercetina, que con el tiempo resultarían insuficiente; sugiriéndo, ante ello, la doctora tomar Ibuprofeno, junto con Omeprazol, como protector, cuando se considerase insuficiente la acciòn de los anteriores.
Ante todo ello, y temiendo que la acciòn de las elevadas dosis de Omega 3 , junto con el ozono, la dieta , los antiinflamatorios, y el anticoagulante "adiro", que el paciente tomaba por prescripción del cardiólogo, pudiera derivar en problemas de coagulaciòn de la sangre, consultamos a la doctora la posibilidad de retirar este último medicamento, así como el resto de la medicación antihipertensiva, teniendo en cuenta, a su vez la rigurosa dieta sin sal y sin grasas saturadas que seguía.
La doctora estuvo de acuerdo con tal sugerencia, si bien como precauciòn nos sugiriò ir reduciendo lenta y escalonadamente la dosis de dicha medicaciòn cada semana, para dar tiempo al cuerpo a adaptarse al cambio y controlar los efectos de la supresión tomando diariamente la tensiòn y realizando periódicamente análíticas cuyos resultados evaluaría .
Así lo hicimos hasta llegar, al cabo de un més aproximadamente, a suprimir totalmente dicha medicaciòn sin efecto negativo apreciable alguno. Y así ha permanecido hasta hoy, mas de año y medio después, sin problema alguno;con el paréntisis de una reciente neumonía que le provocó insuficiencia cardiaca y obligó nuevamente a tomar diuréticos, y antihipertensivos, entre otra medicaciòn .
Las heridas de la electroterapia iban curando lentamente, pero las molestias inflamatorias en algunas zonas adyacentes y, especialmente en la zona submandibular no cesaban, y ya tenían que ser tratadas diariamente con ibuprofeno ( de dos a tres veces al día ) y a veces combinadas con traumeel en los intervalos y con aplicaciones tópicas de aceite de ozono mezclado con cúrcuma; con lo cual conseguía calmar por algún tiempo las las molestias y el dolor ocasionadas por la inflamaciòn.
Cada vez resultaba más evidente que necesitaríamos una nueva sesión de electroterapia para reducir los nuevos focos detectados y acabar definitivamente con los restos de los anteriormente tratados; pues el angiosarcoma seguía, preocupantemente, activo, a pesar de que parecía reducir su velocidad de desarrollo y propagaciòn.
Así se lo hicimos saber a la doctora, quien en vista de la positiva evolución de las heridas causadas por la última sesiòn de electoterapia, programó una nueva y tercera sesiòn, para dentro de diez días cuando aquellas terminasen de cicatrizar.
Una vez más habíamos dado un nuevo paso, pero aún nos quedarían bastantes más hasta conseguir doblegar al correoso y resistente angiosarcoma.
NOTA : Estudios recientes, ponen en cuestión la posibilidad de inducir hipertermia terapeútica mediante hipnosis, como puede verse AQUI.
NOTA : Estudios recientes, ponen en cuestión la posibilidad de inducir hipertermia terapeútica mediante hipnosis, como puede verse AQUI.
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