El proceso de curación de las heridas producidas por la última sesión de electroterapia resultó en esta ocasión mas largo que en las anteriores, debido a la amplitud y profundidad de sus efectos. Notábamos que la inflamación había descendido notablemente y que se reducía con el paso de los días, lo que comprobábamos al permitir al paciente reducir la dosis de Ibuprofeno que tomaba para soportar los dolores y molestias derivadas de la misma. Al mismo tiempo comenzábamos a constatar visualmente que la extensión del angiosarcoma hacia la barbilla, se iba estabilizando y deteniendo, al reducirse el enrojecimiento de esta y sus zonas adyacentes . Sin embargo, y a pesar de todo ello, la séptima sesión de electroterapia también resultó insuficiente, y sería necesaria una nueva y última sesiòn para poder culminar el proceso curativo que nos permitiera acabar con el angiosarcoma y poder llevar a cabo en ansiado viaje contratado, con ciertas garantías.
Así que, una vez que las heridas estuvieron prácticamente cicatrizadas convinimos con nuestra doctora en programar una nueva sesiòn de electroterapìa a fin de tratar de rematar la faena de forma definitiva.
Nuevamente tuvimos que intentar convencer al paciente quien, tras las molestas y dolorosas experiencias anteriores, se resistía cada vez más a iniciar otra nueva sesión de electroterapia. Tras explicarle que era muy conveniente, ahora que empezabamos a ganar la batalla, no dar tregua a que el tumor pudiera recobrar fuerza, finalmente, utilizando grandes dosis de persuasiòn y paciencia, conseguimos que aceptase.
El 23 de septiembre de 2010 iniciabamos, la que sería su octava y última sesiòn de electroterapia. Esta transcurriò con problemas semejantes a todas las anteriores, aunque de menor entidad, una vez mejorado el procedimiento de anestesia local. Además, viendo como avanzaba la extension de la quemadura producida por la electroterapia, los familiares que permanecíamos, en todo momento, junto al enfermo, procurábamos mantenerlo relajado y animarle a que resistiese lo mas posible la molesta sensacion dolorosa que le producían los electrodos, a medida que transcurría el tiempo y se iban desvaneciendo los efectos locales de la procaina.
En esta ocasiòn conseguimos que resistiera hasta el final la sesión programada, percibiéndose de forma visible, los amplios efectos de la electroterapia sobre el tumor; lo que se traduciría posteriormente en un mayor tiempo de curación de las heridas .
Como en ocasiones anteriores, terminada la sesión, la doctora procedió a retirar los electrodos y a curar y vendar la herida. Mientras tanto, el paciente se iba notando mas aliviado, al tiempo que animado, al ver nuestra alegría y la de la doctora, por como se había desarrollado la sesiòn y por los amplios efectos de la misma.
Tras las recomendaciones habituales de la doctora y la programación de la cita para revisión, abonamos el importe y regresamos a casa muy satisfechos.
A la mañana siguiente el paciente se encontraba mejor y apenas percibía los típicos dolores de la inflamación, lo que nos pareció muy buen síntoma. Aunque tampoco queríamos echar las campanas al vuelo, puesto que esa mejoría era típica tras cada sesiòn de electroterapia; si bien, al cabo de un tiempo los dolores inflamatorios volvían nuevamente. No obstante observábamos, también que, a medida que ibamos añadiendo nuevas sesiones de electroterapia, el dolor inflamatorio tardaba mas días en aparecer, e incluso cuando lo hacía se producía con menor intensidad cada vez, permitiendonos ir reduciendo la dosis de ibuprofeno y su paulatina sustitución por el modulador homeopático de la inflamaciòn "Traumeel", carente prácticamente de efectos secundarios .
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Imagen obtenida al día siguiente de la 8ª sesión de electroterapia |
Por otra parte, la doctora con la que habíamos iniciado el tratamiento de ozonoterapia, nos ofreció la adquisiciòn de una máquina de ozono, con la cual podríamos seguir el tratamiento en casa, por vía oral ( con agua ozonizada ), rectal y local ( aceite ozonizado ), sustituyendo así la autohemoterapia mayor que veníamos realizando semanalmente, y que requería traslado del paciente a 60 kilometros de su domicilio además de implicar un costo mucho mayor a medio plazo, pues la máquina se amortizaba con el importe de poco mas de cuatro sesiones de autohemoterapia. Después de estudiarlo, aceptamos la propuesta y compramos la máquina de ozono, por 400 Euros. Lo hicimos pensando, no solo en el ahorro económico que ello suponía y en la evitaciòn de las molestias del desplazamiento semanal, sino tambien en poder suministrarle el tratamiento de ozonoterapia durante el crucero que habíamos programado.
Adquirida la máquina, la doctora nos proporcionó las instrucciones básicas y el protocolo a seguir, para nuestro caso concreto, así como un manual de instrucciones aplicable a otras múltiples dolencias o problemas, indicándonos al mismo tiempo que resultaba una magnífica terapia de mantenimiento personal, el ingerir diariamente de dos a tres vasos de agua ozonizada.
Asimismo, para potenciar el efecto oxigenante del agua ozonizada, nos recomendó poner, en cada vaso de agua , tres gotas de peróxido de hidrógeno ( agua oxigenada ) de uso alimentario, en diluciòn al 3%; recomendaciones que seguimos al pie de la letra.
Días mas tarde, cuando caida la postilla quedó al descubierto la magnitud de la herida producida por la electroterapia y su profundidad, tuvimos casi la certeza de que esta vez sería la definitiva. La inflamaciòn había cedido notablemente y la zona alrededor del tumor se encontraba mucho menos enrojecida. Y lo mas importante, los dolores se habían amortiguado notablemente, hasta el punto de poder controlarlos perfectamente prescindindiendo totalmente del ibuprofeno y recurriendo cuando esporádicamente aparecían, ( normalmente después de las comidas ) al homeopático Traumeel.
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Imagen obtenida 25 días después de la 8ª sesión de electroterapia ( En la herida, a la derecha se observan dos grapas correspondientes a la última cirugía ) |
En la fecha programada, pasamos la revisiòn con la doctora, quien comprobó que no había infección y que la herida estaba cicatrizando con normalidad. Sin embargo, en esta ocasiòn la cicatrización, resultó mas lenta que otras ocasiones, tardando en completarse casi tres meses, como consecuencia de la profundidad de la herida provocada por la electroterapia que, incluso, dejó incluso al descubierto alguna de las grapas metálicas de las intervenciones quirúrgicas anteriores realizadas en la zona.
A medida que pasaba el tiempo, íbamos acariciando la idea de acabar con la pesadilla y de poder, por fin realizar nuestro aplazado sueño del crucero por sudamérica.
Cuando llegó la hora de anticipar la totalidad de su importe, aúnque nuestras dudas seguían persistiendo, producto de las pasadas experiencias, vista la favorable evoluciòn, decidimos arriesgarnos y seguir adelante con nuestro plan. Fuera como fuese pensábamos, que en el peor de los casos, en el barco el paciente podría continuar con su tratamiento y podría hacer una vida muy semejante a la que venía haciendo en su casa; y en el mejor, podría disfrutar de unas bonitas vacaciones. Y, por supuesto, nosotros también, que buena falta nos hacía.
Hasta ese momento mi esposa y yo habíamos mantenido esa decisiòn en secreto; pero en ese momento decidimos contarle al paciente nuestros planes, para que fuera mentalizándose. Recuerdo que gruñó y nos dijo que no contásemos con él, pues no estaba para viajes. No obstante conociéndole como le conocíamos y viendo su positiva evoluciòn, sabíamos que lo estaba diciendo con la boca pequeña y que al final cedería. Así que nos mostramos tan inflexibles y radicales como él, y le dijimos que era algo que ya habíamos decidido, y que si no quería venirse con nosotros, ese sería su problema, puesto que nosotros estábamos decididos a hacerlo .
Cuando la cicatización ya se encontraba bastante avanzada y viendo que la evoluciòn cada día era mas favorable, comenzamos albergar claras esperanzas de que estabamos consiguiendo la curaciòn definitiva. La inflamaciòn, el enrojecimiento y el dolor eran cada vez menores. Fué el momento en que decidimos, solicitar al servicio de oncología radioterápica de nuestro Servicio Público de Salud, una revisiòn, para que realizasen las pruebas pertinentes a fin de comprobar, si el angiosarcoma había remitido.
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Distintas fases de la evolución de la cicatrizaciòn tras la 8ª sesiòn de electroterapia |
El enfermo había sido "deshauciado" y con ello "condenado" al ostracismo oficial y considerado poco menos que "muerto viviente". Por ello, desde entonces, no había vuelto a ser llamado a revisión alguna, para comprobar su estado y evolución, ni para comprobar su salida de este mundo cruel. Pero, el "muerto viviente" se resistía a ser enterrado, y se empeñaba en que, si pretendían mantenerle como alma en pena , y ahorrarse tanto el gasto de enterramiento ( por estar muerto ) como el gasto sanitario ( por serlo en vida ) al menos certificasen oficialmente, como Dios manda, esa muerte civil anunciada.
Dos semanas mas tarde, nos recibía la joven y simpática oncóloga que le había programado las sesiones de radioterapia, quien acababa de incorporarse, tras una larga baja por maternidad: Esta, quien se acordaba del paciente, por ser el único caso de angiosarcoma que había tratado profesionalmente, no solo se alegró mucho al verle, sino que tuvo la valentía de confesar su sorpresa por el hecho de poder verle aún en el reino de los vivos y especialmente por el buen estado que observaba en el mismo.
Conocía a mi suegro muy bien, y sabía que se tomaría aquella confesiòn como una alabanza por su increible condición de superviviente. Y así fué, pues ví como se le alegraban sus pícaros ojillos, y como hacía algun chiste de los suyos un tanto macabro, a cuenta de semejante confesiòn.
Charlamos distendidamente un rato con la doctora, quien se interesó por el tratamiento que había seguido el paciente desde que fué declarado inoperable e intratable con los tratamientos y protocolos convencionales. Durante la conversación le explicamos nuestro objetivo, que consistía en validar mediante las pruebas que se considerasen pertinentes, la percepciòn visual de que no quedaban restos del angiosarcoma. Aceptó nuestra petición y nos hizo una prescripciòn para solicitar la realizaciòn de un TAC, tanto de torax, como de cabeza y cuello, así como una amplia analitica .
Días después el paciente se dirigía al ambulatorio correspondiente a su domicilio, para la extracción de sangre y la obtenciòn de la muestra de orina y, al día siguiente, realizabamos el TAC en una clínica especializada concertada con el Servicio Público de Salud.
Una semana mas tarde recogíamos el informe del TAC, en el que no se apreciaba evidencia alguna de angiosarcoma, y unos días después, nos comunicaban que podíamos pasar nuevamente por la consulta de oncología radioterápica, para evaluar el informe del TAC y nos comunicasen los resultados de la analítica, que fueron completamente normales y en línea con el informe del TAC.
Aunque sabíamos que el TAC y la analítica, no eran elementos definitivos para descartar totalmente la presencia del angiosarcoma, pues el TAC no había detectado en ocasiones anteriores la afectación de los tejidos, debido a su escaso tamaño, nos proporcionó una nueva inyecciòn de optimismo; y especialmente al paciente, quien de esta manera percibía doblemente los benéficos efectos de la última sesión de electroterapia.
A partir de ese momento comenzamos a percibir, que cuando hablábamos del anunciado viaje para cuya partida faltaba, entonces, un més escaso, ya no decía nada. Lo cual, conociéndole como le conocíamos sabíamos que era una buena señal y que al final no pondría la mas mínima objeccion.
Se aproximaban las Navidades . Después de cuatro años, sería la primera Navidad que podíamos disfrutar de una cierta tranquilidad y en la que podíamos pensar en un mas "Feliz Año Nuevo".
Por fin habíamos terminado. Después de 21 meses deshojando la margarita de la incertidumbre, desde que el paciente fuese abandonado a su suerte por la medicina oficial, el resultado final de tan azaroso recuento había sido un rotundo SI.